Esa sensación de hormigueo en el estómago cuando estás a punto de subir a un avión, tomar un tren, viajar en autobús, o subirte al automóvil para ir de viaje... ¿será amor?
Quizás no del tipo romántico, pero desde un punto de vista científico lo que estás sintiendo es biológicamente similar.
Sucede que no sólo es una terapia más barata y más divertida para la mente, o una inversión de largo plazo para tu alma. Resulta que viajar también es bueno para tu salud.
El médico está allá fuera
De acuerdo a una investigación realizada por el Transamérica Centro para Estudios de Jubilación (TCRS) y la Coalición Mundial sobre el Envejecimiento (GCOA), el acto de viajar proporciona beneficios físicos y cognitivos científicamente probados, así como psicológicos y sociales. Estos incluirían reducir la posibilidad de sufrir un ataque al corazón o muerte coronaria, así como evitar enfermedades cerebrales degenerativas, por nombrar algunos.
Otros beneficios incluirían un mejor estado de ánimo y mayor satisfacción por la vida, reducción en los niveles de estrés, mejoras en el bienestar físico, la solidificación de la amistad y de los lazos familiares, y el aumento de la estimulación mental.

La encuesta también mostró que los estadounidenses que trabajan "que hacen al menos un viaje al año están más satisfechos física, emocional y financieramente, y los jubilados que viajan cosechan notables beneficios".
También hay investigaciones que demuestran que los viajes exponen el cuerpo humano a diferentes bacterias y otros microorganismos del entorno, ayudando a reforzar el sistema inmunológico. Aunque se obtendría la mayoría de estos a través de los alimentos. Rodar en el barro sucio o beber agua directamente del grifo sin duda te harían terminar en el hospital, y adiós viaje. Por lo tanto, los profesionales de salud recomiendan mantener los hábitos de higiene básicos intactos, como lavarse las manos antes de comer.
Es una cosa de ADN
¿Cuál es la primera cosa que te viene a la mente cuando enfrentas un camino abierto? ¿Se te hace agua la boca? ¿O sientes rechazo ante la idea?
Si te identificas con la primera opción, puede que tengas codificado genéticamente el amor por viajar.
Resulta que hay un gen latente en algunos seres humanos, activo en otros, que podría explicarlo todo: el famoso (o no tanto) gen DRD4. Ha sido asociado a una mayor producción de dopamina de lo normal. Sí, esa misma, la "hormona de la felicidad" que se libera cuando sientes que necesitas hacer algo impulsivo, peligroso, o escapar de la monotonía.
Según un artículo de la revista Travel and Leisure, este gen podría explicar parcialmente la expansión de la humanidad por el planeta. Aunque hoy la necesidad de divagar es completamente diferente al modo supervivencia que llevó a los hombres prehistóricos a explorar otros territorios, la base biológica sigue siendo la misma.
Así que la próxima vez que tus manos empiecen a sudar y a temblar ante la idea de "dar un paseo", no es que estés enfermo. Quizás es tu cuerpo diciendo que es hora de empacar sus maletas y partir. ¡Que tengas buen viaje!
Ahora sabes por qué viajar a Patagonia?
