En 1981, en mi primera vacación patagónica, Puerto Natales era un poblado desamparado en el bien llamado Seno de Última Esperanza. Hoy en día es el terminal para el transbordador de Navimag desde Puerto Montt, pero en esa época la única conexión marítima era un viejo carguero oxidado llamado Río Baker en el cual yo y otros mochileros más intentamos convencer al capitán para que nos llevara a bordo para el viaje de regreso al norte.
Me cansé de esperar al Río Baker e irónicamente, luego de realizar las gestiones para visitar la Torres del Paine – un paraíso para los senderistas conocido por un pequeño número de visitantes – mis amigos mochileros persuadieron al capitán de dejarlos subir a bordo. Tuvieron que pasar otros doce años antes que yo pudiera nuevamente disfrutar del salvaje paisaje de montañas y del mar entre Puerto Montt y la Patagonia más profunda.

Cuando por primera vez vi Natales, no había ni un solo semáforo, y no hace mucho tiempo que aparecieron los primeros. Hasta los ‘70s, la mayor industria era el frigorífico para la carne en el próximo Puerto Bories, el cual procesaba corderos para su exportación, pero que ahora es un museo industrial dentro de un espectacular hotel. La una vez descuidada costanera frente al mar de Natales se ha convertido en un parque, salpicado por juegos infantiles, un parque para skateboards e incluso, innovadoras esculturas.


En su tiempo solamente había un puñado de acomodaciones, tales como la Residencial Magallanes, donde alojé en un ventoso entretecho. Aún quedan muchas casas tradicionales magallánicas, y hay hoy día una multitud de elegantes hostales, B&Bs tales como el Kau Lodge, hoteles boutique tales como el Índigo Patagonia y resorts tales como el Hotel Remota. Un flujo de empresarios chilenos y de expatriados también ha traído restaurants sofisticados, tales como el Afrigonia – una fusión de productos patagónicos y cocina del este de África – y Angélica’s, con versiones de elevado nivel de los platos tradicionales de mariscos y pescados.

Natales fue una escala de poca relevancia en la ruta hacia el espectáculo andino del Paine. Ahora se ha tornado en un destino por derecho propio que merece varios días y aún más.