Cuando los viajeros piensan en vacaciones en la Patagonia, una de sus motivaciones principales es la oportunidad de ver paisajes que van más allá de los caminos tradicionales. Sin embargo, incluso ahora que la región está más de moda y es comúnmente incluida en listas de destinos turísticos imperdibles, el parque nacional chileno Laguna San Rafael, ubicado al suroeste de la capital regional, Coyhaique, y que destaca por sus numerosos glaciares, sigue siendo uno de los parques menos visitados de la zona.
Laguna San Rafael es uno de los parques nacionales más grandes de Chile. En él, el hielo del Campo de Hielo Norte se extiende hasta llegar al mar. He visto los escarpados seracs del glaciar que da nombre al parque -el glaciar de marea más al sur del mundo- en tres viajes distintos pero nunca he entrado al parque.
De hecho, pese a que miles de visitantes llegan ver el glaciar desde cerca cada año, sólo un grupo pequeño entra al parque – en 2009 sólo 158 personas (82 chilenos y 76 extranjeros) pusieron pie en él. Esto se debe a que la jurisdicción de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), la administradora del parque, termina en el borde del agua y casi todos los visitantes llegan en catamaranes y cruceros que pasan algunas horas en el lugar antes de volver a Puerto Chacabuco, lugar desde donde zarpan.

En mis viajes por Chile también he tomado el ferry Navimag desde Puerto Montt hacia Puerto Natales al menos media docena de veces y todavía me sorprende que en un mundo de seis mil millones de personas un área tan grande esté prácticamente despoblada. En un lugar que guarda similitudes con el sureste de Alaska, los asentamientos humanos, o cualquier signo visible de habitantes locales, están virtualmente ausentes. Verdes bosques se erigen desde el mar hasta las montañas llevando los restos de la nieve invernal. En los alrededores existen otras cumbres de nieves y hielos eternos, pero sus nombres siguen siendo desconocidos, al menos para mí.
En realidad, excepto por el puñado de personas que se ganan la vida en el mar, este lugar sigue siendo el paisaje natural inexplorado que era cuando John Byron, el padrino del famoso poeta Lord Byron, naufragó aquí en el siglo XVIII, y cuando la embarcación Beagle, con Darwin y FitzRoy, a bordo echaron anclas en la Laguna San Rafael en 1835.
De alguna forma, las vegetadas laderas y las islas de los archipiélagos chilenos se parecen a los estériles paisajes del desierto de Atacama con su verde monotonía. Sin embargo, en Atacama la evidencia de población y actividad humana se hace presente en todos lados, mientras que en el sur han sido cubiertas por la exuberante vegetación, si es que alguna vez existieron. No hay manera sencilla de orientarse más que por los puntos cardinales. En general te mueves hacia el sur o al norte.

Si bien ver la Laguna San Rafael por otro medio que no sea el mar difícil hasta ahora, eso está empezando a cambiar. El año pasado el número total de visitantes aumentó a 4.278 –aún siguen siendo un promedio de sólo trece personas al día, aunque es un número engañoso porque casi todos los turistas llegan entre mediados de octubre y abril.
Tenía pensado ir en enero pasado con el operador Río Exploradores, que ahora realiza excursiones por tierra y mar al parque en tours por el día y en paquetes de una y dos noches con camping en carpa desde el pueblo de Puerto Río Tranquilo, 228 kilómetros al sur de Coyhaique a lo largo de un camino mayoritariamente pavimentado.
No es barato, pero los precios son favorables en comparación con el catamarán y las excursiones en crucero. Desafortunadamente no había cupos disponibles el único día que tenía para visitar Río Tranquilo, pueblo que, no obstante, tiene su propia cervecería, además de otras excursiones como la visita a las capillas de mármol en el Lago General Carrera. Lo intentaré nuevamente la próxima temporada.
