Hace treinta años, el pueblo costero de Puerto Natales no tenía siquiera un semáforo, pero ya era la puerta de acceso a las Torres del Paine – aunque muchos de aquellos en vacaciones patagónicas eran mochileros con presupuestos mínimos, quienes “hacían dedo” en su ruta hacia el parque nacional más famoso de Chile.
La mayor parte de ellos se quedaba en el pueblo lo mínimo posible como para aprovisionarse para las duras caminatas, que a menudo significaban una semana o más, con lujos limitados para decir lo menos.
Hoy en día, con su costanera modernizada, sus innovadores hoteles y sorprendentemente sofisticados restaurantes, Natales se ha convertido en un destino por derecho propio – sigue siendo la puerta de acceso al parque, pero también es el punto de partida de las excursiones que incluyen la visita de un día por el Seno de Última Esperanza hacia el Glaciar Balmaceda. Consiste de un día completo pero, aunque solamente se cuente con una tarde disponible antes o después de la visita al Paine, hay una posibilidad muy gratificante que calza entre el almuerzo y la cena.
Ese es el breve pero escénico ascenso por el Cerro Dorotea, el risco de 549-metros (1.800 – pies) que se alza sobre Última Esperanza, justo al norte del pueblo. Es un viaje corto en taxi hacia el punto de partida de la ruta, donde el agricultor local Juan de Dios Saavedra cobra una tarifa de acceso al sendero, y al regreso, ofrece un té por la tarde. El sendero, ubicado en propiedad privada, asciende empinadamente, moderándose luego, ofreciendo vistas panorámicas del seno y, en un día claro, de las Torres del Paine a la distancia.

Aquí hay bosques de lengas, donde su mayoría consiste de renovales que incluyen algunos notables especímenes modelados por el viento. El viento, que a menudo sopla incansablemente, puede ser la parte más difícil del viaje – pero esa es una razón por la cual la Patagonia puede ser tan inolvidable para tantas personas.
