Navimag
20 de abril 2017

A la sombra del volcán


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Casi todos los años, cuando me dirijo a Sudamérica en el verano, no puedo esperar para regresar al Puerto de Chaitén en Chile –el cual no es la opción más obvia para un crucero por Patagonia, sino el terminal del ferry que conecta el Puerto principal de Puerto Montt con la Carretera Austral, la autopista más al sur que serpentea a través de un área tan salvaje como el Panhandle de Alaska.

 Vi por primera vez Chaitén en 1992 y, mientras actualizaba una guía turística, fueron apareciendo los Andes por detrás de la línea de la costa y fue una vista realmente inolvidable. En ese tiempo, el pueblo y sus alrededores tenía solamente cerca de 3.600 habitantes, pero pronto se convertiría en uno de los puntos de acceso al Parque Pumalín, el audaz proyecto de conservación del ya fallecido filántropo ambientalista Douglas Tompkins. Volví a visitar con regularidad, pero hubo un hiato en el 2008 cuando una sorpresiva erupción del volcán, con el mismo nombre de la ciudad, obligó su evacuación.

Chaitén ruinas del volcán
 Por un tiempo, Chaitén fue la versión chilena de Pompeya –el volcán no incendió la ciudad, pero la enorme cantidad de ceniza fluyó por el Río Blanco para enterrar muchas de las casas de madera bajo dos metros o más de residuos de duro cemento.

El gobierno de Chile intentó mover el asentamiento al norte, a una zona más protegida, pero cuando visité Futaleufú un año más tarde, conduje hasta Chaitén por el día y encontré, para mi sorpresa, que muchos residentes habían decidido volver. La montaña aún humeaba y muchas casas y autos apenas asomaban por debajo de la ceniza, pero varios de los habitantes habían limpiado sus propiedades –incluyendo un par de hoteles frente al mar– lo que forzó al gobierno a proporcionar tanques de agua potable.

Hostales en Chaitén

Tenía mis dudas sobre Chaitén –y probablemente no invertiría en bienes raíces locales– pero luego de siete años me impresionan los esfuerzos por la reconstrucción. En enero pasado, vi un nuevo aeropuerto regional, nuevas instalaciones en el transbordador e iniciativas privadas, incluyendo un destellante hostal nuevo, restaurantes e inclusive un atractivo carro de comida (no hace mucho tiempo que beber un expreso era impensable en este lugar).

Ahora, hay un sendero hasta la cima del volcán y si bien Chaitén no es un destino de lujo, es uno gratificante. Espero con ansias regresar nuevamente en noviembre.

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